1/5/13

'Dos más dos' (2012): como ser un 'swinger' y no morir en el intento


Hoy se estrena una recomendable comedia argentina que el otro día tuve la suerte de poder ver en pase de prensa. "Dos más dos”, segundo largometraje de Diego Kaplan, nos habla de dos matrimonios de clase alta, uno más “aventurero” y otro más conservador, que deciden animar su monótona vida sexual haciéndose swingers, que no consiste precisamente en bailar swing sino en el intercambio de parejas. Una premisa, no tremendamente original, aunque sí atractiva y perfectamente plausible, que en otras manos, podría haber dado para una película de enredos más, pero Kaplan se toma muy en serio.

El film empieza como una comedia ligera, sofisticada (algunos la comparan con las comedias noventeras de Gómez Pereira), pero se acaba convirtiendo en algo más parecido a un drama, que pone encima de la mesa cuestiones muy serias e incluso incómodas, en un tira y afloja en el que (y esto es de agradecer) todos tienen su cuota de razón. Si el espectador medio fuese capaz de tomarse una comedia como ésta en serio, el film de Kaplan removería silenciosamente los cimientos de más de una pareja. ¿Y si fuera posible escapar de la rutina sexual entregándose al libertinaje mutuamente consentido? No es mi caso, pero me imagino que ver “Dos más dos” en pareja puede ser algo así como ver una escena erótica con tus padres. Algo incómodo.

“Dos más dos” propone un interesante debate en clave sexual entre estabilidad y fantasías insatisfechas, un pulso entre el conservadurismo (representada por las reticencias acomodaticias de Diego) y emociones fuertes (de las que presumen Richard y Betina).Después del liberalismo económico, ¿es posible el liberalismo sexual? ¿Se puede revivir la utopía del sexo libre en plena sociedad capitalista? ¿Es posible tenerlo todo, una vida acomodada y sexualmente emocionante? ¿Es posible compartir el placer con otros sin dañar la confianza de la pareja? “Dos más dos” responde a estas preguntas como lo hacen las buenas películas: con más preguntas, aunque quizá el desenlace se decante algo más por el fracaso de la utopía.

La (sorprendente) profundidad con que el guión aborda el tema encuentra su cenit en la escena del primer intercambio, de una tensión, un erotismo y una carga dramática enormes. Sin embargo, el gran acierto del film consiste en alternar dicha seriedad con multitud de situaciones hilarantes que arrancarán la carcajada de la platea, como los partes meteorológicos de Emilia (Julieta Díaz), o la orgiástica fiesta en el chalet, que recuerda a una ‘Eyes wide shut” de andar por casa de campo.

Y luego están los diálogos. A pesar de que los manuales de cine más polvorientos quizá tacharían de excesiva la torrencial discursividad del cine argentino, resulta imposible no dejarse llevar por la fluidez y verborrea de sus intérpretes. “Dos más dos” no es una excepción.  Por cierto que todos los actores, no muy conocidos (¿aun?) por estos lares, están geniales. Su único 'pero' quizá sea su mejorable puesta en escena y cierta sensación de pérdida de ritmo y desajuste del tono hacia el último tercio.

Sin embargo, el film de Diego Kaplan sigue siendo una atrevida y muy entretenida disección de los deseos insatisfechos y las fantasías incumplidas de las clases acomodadas, y en general, de cualquier animal civilizado que necesite, parafraseando a Sabina, “pastillas para no soñar”.

"Dos más dos" será, por cierto, la última película distribuida por Alta Films antes de su inminente cierre.


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