En 1939. un temprano John Ford filmó ‘El joven Lincoln’,
donde Henry Fonda interpretaba al joven abogado Abraham Lincoln recién llegado
a la ciudad. El film pertenecería al subgénero judicial, ya que se centra en un
caso por asesinato en el que Lincoln, como abogado defensor, ya mostraba dotes
de liderazgo y una inclinación casi heroica hacia la la verdad y la justicia.
Sin embargo, aquel joven Lincoln mostraba también una cierta falta de escrúpulos
al servirse de ciertas triquiñuelas para demostrar la inocencia de su defendido
y así salvar su vida. Aquel joven Lincoln y el Lincoln crepuscular de Spielberg
comparten al menos tres características: ambas se ciñen a un periodo concreto
para retratar la leyenda, ambas son films de procedimiento (judicial el
primero, político el segundo) y ambas muestran, cada una a la manera de su
tiempo, a un Lincoln complejo y contradictorio.
‘Lincoln’ no es un biopic al uso sobre la figura del decimosexto presidente
norteamericano. De hecho, como el film de Ford, ni siquiera es un biopic.
A pesar de las reminiscencias épicas que uno asociaría al binomio
Spielberg-Lincoln, el guión del dramaturgo Tony Kushner (‘Munich’), no pretende
glosar la vida y milagros de ‘Abe’, sino que se centra exclusivamente en la
(sucia) batalla política que libró Lincoln para conseguir la aprobación en el
Congreso de la decimotercera
enmienda a la Constitución, por la que se abolía definitivamente la
esclavitud. Dicha enmienda chocaba, en un complejo juego de intereses
políticos, con el fin pactado de la guerra entre el norte unionista y el sur
confederado y esclavista.
Spielberg (que vuelve al tema de la esclavitud, tras la
infravalorada Amistad, 1997) parece empeñado
en evitar, hasta cierto punto, la retórica de los grandes ideales, y prefiere
centrarse en las batallas dialectales y en la ‘fontanería’ política (incluida
la compra de votos) desplegadas por Lincoln para conseguir el número de votos
necesario para la aprobación de la enmienda. Spielberg despliega su habitual e
infalible brío narrativo, haciendo de Lincoln un ágil thriller político
condensado en el tiempo, más entretenido que épico, pese a la inevitable
trascendencia del material que maneja. ‘Lincoln’ es, salvando las distancias,
como un capítulo decimonónico de “El Ala Oeste de la Casa Blanca”.
Lejos de la hagiografía, Spielberg hace un retrato ‘lincoliniano’
poliédrico, complejo, fascinante y lleno de sombras, ayudado por la fotografía
tenebrosa de Janusz Kaminsky, su colaborador habitual. Estamos ante un retrato
postmoderno, podríamos decir, sin heroicismos ni ingenuidades. Un Lincoln
crepuscular, taciturno, cuyos andares asemejan a los de un tullido, cuya figura
encorvada y voz remiten a la de un enterrador (esa escena en la que, tras
saludar a los oficiales de comunicación, se pone su sombrero de copa y se
pierde en las brumas), y cuya falta de escrúpulos para conseguir su objetivo, a
pesar de la nobleza del mismo, resulta tan patente como sorprendente. ‘Lincoln’
fue, a juzgar por el film de Spielberg, un líder tan noble en sus convicciones
como en cierto modo despótico en sus prácticas políticas, alguien para quien el
fin justificaba los medios y que, pese su aureola de hombre reflexivo y justo,
no dudó en comprar votos o en mentir al Congreso para lograr la aprobación de
la enmienda. Tampoco oculta Spielberg sus penurias como marido y su fracaso en
la relación con su hijo Robert, conflictos personales que añaden negrura a los
espesos nubarrones que se ciernen sobre su figura.
"Doy más miedo que Drácula y el Hombre Lobo juntos..."
El único punto en contra del
fascinante ‘Lincoln’ de Spielberg, por ponerle alguno, podría ser su excesiva
tendencia aleccionadora, su abuso de la anécdota con moraleja, que puede llegar
a resultar cómico.
Mención aparte merece la interpretación de Daniel Day-Lewis, premiada
con el Globo de Oro. Poco más se puede decir que no se haya dicho ya:
simplemente, el actor británico se funde con su personaje. Pese a ser
británico, Day-Lewis (apenas reconocible bajo la figura taciturna de Lincoln
gracias a un genial trabajo de caracterización, dicho sea de paso), parece
haber nacido para este papel. Junto a él, un elenco nada desdeñable en el que
cabe destacar a Sally Field, Tommy Lee Jones y David Strathairn, todos
excepcionales.
Como el gran artesano que es (¿el John Ford contemporáneo?),
Spielberg dirige poniendo siempre las necesidades del relato por encima de su
propio nombre, eligiendo siempre el encuadre y el movimiento adecuado, sin
virtuosismos, pero con una eficacia total. Solo el final, algo extenso tras la
resolución del conflicto principal (la aprobación de la enmienda), añade un
subrayado quizá innecesario para una gran película. No lo duden, Spielberg
sigue en forma, como lo certifican las doce nominaciones a los Oscar que
ha recibido. Veremos si esta vez no claudica frente a ‘Argo’ como en los Globos de Oro.
‘Lincoln’ se estrena en España el próximo viernes 18 de Enero.
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