14/12/12

Las Sesiones (2012): La vida (y el sexo) de O'Brien


Ante todo, pido perdón por el chiste malo del título de la crítica, pero es que estaba a huevo. Ejem, en fin... a lo que íbamos.

Realmente creo que lo de la pornografía emocional no es una cuestión de sí o no, como un interruptor, y que puede tratarse de una cuestión de grados, desde “tocar la fibra” de un modo consciente, pasando por manipular las emociones del espectador, hasta abusar de ellas buscando la “lágrima fácil”. Visto así, “The Sessions”, podría tener una calificación PG-13 de la pornografía emocional. Es decir, te manipula lo justito, pero te manipula. Y en el fondo es inevitable con los mimbres de los que parte. O no.

El film, ganador del premio del público en Sundance (donde aparece como “The Surrogate, y no como “The Sessions”), está basado en la vida real del poeta y escritor Mark O’Brien, a quien polio dejó sin movilidad y conectado a un pulmón de acero, e inspirado en su propio relato “On seeing a sexual surrogate”, en el que relataba su experiencia de cómo decidió perder la virginidad contratando a una sustituta sexual (sexual surrogate, que no es una versión porno de la peli de Bruce Willis, sino una especie de terapeuta sexual). Para que os hagáis una idea: si cogemos “Mar adentro”, lo mezclamos con “Virgen a los 40”, y el tono optimista de la recientemente nominada al Oscar de habla no inglesa, "Intocable" (sigo sin entender ese título), tenemos “Las sesiones”. El film de Ben Lewin(que también sufrió la polio siendo niño, como O’Brien) se mueve en esa fina línea en la que se movía, por ejemplo, con mejores resultados, “Los descendientes”, o sea, en la comedia dramática. Si allí se desdramatizaba en la medida de lo posible una enfermedad como el cáncer, aquí se mira de forma simpática y emotiva la peripecia de iniciación sexual de O’Brien.


La susodicha terapeuta sexual que ayuda a O'Brien, resulta ser una Helen Hunt de nuevo en estado de gracia (imposible no acordarse de su Oscar por “Mejor…Imposible”). La Hunt se desnuda no solo físicamente (su impudicia da para llenar una sección entera de “La Zona Caliente”) sino emocionalmente, echándole un mano a mano a un excelente, desconocido, y jesuscrístico John Hawkes(Winter’s BoneMarta Marcy May Marlene). Ambos se postulan a los Globos de Oro en las nominaciones conocidas ayer. Gracias a su labor, es en las susodichas sesiones, en la cama, donde la película se crece, llega a emocionar y demuestra mucha sabiduría vital. Esas sesiones se convierten en un interesante (y valiente, por lo explícito) ejercicio de conciencia, personal e incluso social, del propio cuerpo, de la propia sexualidad, incluso una reflexión emocional sobre el proceso de enamoramiento que llevan adjunto, O’Brien, en el fondo, sólo busca amor, algo que hasta entonces había sido incapaz de dar y recibir, tanto por su enfermedad como por sus traumas.

Sin embargo, hay varias cosas que chirrían. En primer lugar (y esto no es exclusivo del film de Lewin), los personajes demuestran una autoconciencia que no cuela. Y es que con esto la sabiduría vital pasa como con la pornografía emocional, que también puede verse como una cuestión de grados, o de formas de presentarla. Algo de eso pasa aquí con los diálogos: demasiado sabios, demasiado explícitos. O sea, puestos a que me lo den masticadito, al menos que sea de calidad. Pero, ¿quien conoce así sus emociones y las verbaliza con esa clarividencia? Tampoco hace falta.

Por otra parte, todo el andamiaje narrativo que sustenta el núcleo central, las escenas de cama, es como de IKEA: resulta prefabricado y carente de alma. Los personajes de apoyo (el cura H. Macy, la asistenta china) y sus historias (las confesiones de Mark al cura solo sirven para ahorrarse la voz en off, lo de la asistenta y el recepcionista chino) y la (funcional) puesta en escena no están al nivel, quizá ni siquiera al tono, de la arriesgada apuesta y la fuerza de esas sesiones, dejando el conjunto en un acercamiento al personaje, y en un drama correctito, pero nada más.
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Infancia clandestina (2011): decepción con acento porteño


Benjamín Ávila (Buenos Aires, 1972) demuestra varias cosas: la primera es que ni un buen tema ni una implicación personal en el mismo bastan para armar una buena película. Una mirada a uno de los episodios más oscuros de la historia de Argentina, la represión, a finales de los 70, de los montoneros por parte de la dictadura de Videla, por medio de los ojos de un niño (la historia está inspirada en la infancia del propio director), podría sonar a buen material. Sin embargo, cualquier episodio de “Cuéntame” (uno no puede evitar encontrar semejanzas) tiene más poder narrativo y más emoción que este film.

Los padres de Juan (Teo Gutiérrez Moreno), Horacio (César Troncoso) y Cristina (Natalia Oreiro), montoneros exiliados de la dictadura militar argentina, deciden volver a su país para continuar con la lucha. Desde entonces convivirán con el tío Beto (Ernesto Alterio), hermano de Horacio, con sus nuevas identidades (Juan pasará a ser Ernesto), y con el miedo continuo a ser descubiertos. Además, Juan / Ernesto verá cómo las decisiones de sus padres comprometen su propio futuro y su felicidad.


La segunda cosa que demuestra Benjamín Ávila es que o carece de sentido del ritmo y de la planificación o aquí no los ha encontrado. Y es que no por necesarios, debemos aplaudir estos films de forma acrítica. Su innegable valor como testimonio de la abominación y el recurso enternecedor de la mirada infantil (que aunque justificada aquí, empieza a convertirse en un lugar demasiado común) le habrán valido su elección para representar a Argentina en los Oscar 2013, pero no salvan artísticamente, en mi opinión, un relato deslavazado que solo sube enteros en momentos puntuales: cuando nos hace sentir (y casi envidiar) ese primer amor infantil (ayudado por el encanto de la niña Violeta Palukas), o la discusión con la abuela Amalia (Cristina Banegas), pero en general, el desarrollo anodino inclina la balanza hacia el aburrimiento. Su pobre dirección artística (la fotografía pretendidamente grisácea, pero plana; la discreta ambientación) tampoco ayuda en exceso.

De lo poco destacable, Ernesto Alterio, que brilla por encima del resto, componiendo un personaje entrañable, el tío ­­­­­­­­Beto, que se convertirá en un referente para Juan / Ernesto por su alegría y sus ganas de disfrutar de la vida.

“Infancia clandestina” llega a las salas españolas el próximo 21 de Diciembre.
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