22/1/12

Flashback: crítica de "No habrá paz para los malvados"

Aprovechando que las nominaciones a los Goya la han vuelto a poner de actualidad, recuerdo la crítica que hice en Octubre de la última película de Enrique Urbizu. ¡Que la disfruteis! 

¡Lee mi crítica o te vuelo la tapa de los sesos!

http://couriernewdoce.blogspot.com/2011/10/no-habra-paz-el-nuevo-thriller-de.html


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14/1/12

Preestreno "Los descendientes" (2011): Payne y Clooney nos traen un film de grandes emociones en clave menor


Mucho había leído sobre 'Los descendientes', mucho y bueno. Y la verdad es que, afortunadamente, el nuevo filme de Alexander Payne ('Entre copas'), adaptación de la novela homónima de Kaui Hart Hemmings, no me ha defraudado en absoluto.

Tras un accidente en moto acuática, Elisabeth, la mujer de Matt King (George Clooney), queda en coma irreversible, y los médicos comunican a Matt que deben desenchufarla de forma inminente de las máquinas que la mantiene con vida. Matt tendrá que lidiar con la trágica situación desde varios frentes, que a la vez remiten a las distintos actos del film: sustituyendo a su esposa y ejerciendo de padre “de repuesto” (no pasaba mucho tiempo con su familia debido a su trabajo de abogado), y logrando hacerse con sus dos hijas; tratando de asumir el descubrimiento de la infidelidad de su mujer en coma y gestionando sus emociones al respecto; y afrontando la venta por imperativo legal de unos terrenos heredados que pertenecieron a sus ancestros. Estos tres frentes, estos tres conflictos, se potencian unos a otros, alimentándose en cadena: la revelación por parte de su hija de la infidelidad de su madre marca un punto de inflexión en la relación padre-hija. A su vez, el resultado del viaje (interior y exterior) que emprenden entonces Matt y sus hijas para descubrir la verdad de su esposa, repercute en su decisión final, ya en el último acto, sobre las tierras. 

Payne dirige sin estridencias, pero sin complejos (con un uso irregular e interesado de recursos como cortinillas, voz en off o mapas) un relato esencialmente amable, donde predomina el buenismo de la mayoría de los personajes, empezando por el protagonista, Matt King (genial Clooney directo al Oscar, en un registro más vulnerable que de costumbre), un 'santo job' que nunca pierde la paciencia e intenta hacer siempre lo correcto, y que es capaz finalmente de asumir la dolorosa verdad con entereza y dignidad. Tal personaje, que en otras manos hubiese podido parecer demasiado perfecto y plano, demasiado soso, gracias a Payne y sobre todo a Clooney, resulta tremendamente humano. Como humanos, redondos y más o menos dignos resultan todos los demás personajes (desde la hija mayor hasta incluso los más susceptibles de resultar abyectos) pues la visión del director es tan comprensiva y compasiva como el propio protagonista


“Los descendientes” toca grandes temas como la muerte de un ser querido o el adulterio, en clave menor y ritmo relajado, sin sobresaltos, sin grandes giros de guión, manteniendo en todo momento un tono entre el drama y la comedia, “atmósfera narrativa” complicada, que consigue alternando momentos de drama, (filmados con delicadeza y sin caer nunca en melodramático), como la revelación de la infidelidad de la esposa de Matt, por parte de su hija, con alivios cómicos que relajan la tensión (Matt corriendo patético a casa de sus amigos), para volver a aumentarla de nuevo, cuando el protagonista, en una memorable escena, intenta sacarles a sus amigos el nombre del tipo con quien su mujer le engañaba. No es que Payne invente esa atmósfera narrativa, que recuerda a la de producciones como las geniales 'American Beauty' (que sin embargo tiene una mordacidad y una acidez de las que carece la cinta de Payne) o incluso las primeras temporadas de 'Breaking Bad', serie que también toca las misma cuestiones de la enfermedad terminal o el adulterio en una clave parecida (aunque menos realista y más oscura, entre el thriller y el humor negro). Y sin embargo, ese tono de tragicomedia honesta y realista resulta un gran acierto, ya que refleja con gran realismo la propia experiencia vital, pues efectivamente, a menudo en nuestro día a día, drama y comedia se dan la mano. “La propia vida tiene un tono que incluye esos registros diferentes”, afirma Payne. 


Pero lo que hace que “Los descendientes” sea una gran película, en mi opinión, lo que la convierte en un film tremendamente emocionante, es lo que Carlos F. Heredero, en Cuadernos de Cine, llama su “amplitud moral”. Una ambivalencia emocional, opuesta al maniqueísmo (y casi políticamente incorrecta), que permite, por ejemplo, mostrar a King abroncando a su adúltera esposa en coma, o casi deleitándose, de pura rabia, al anunciar a sus amigos la muerte inminente de Elisabeth; arrastrando, en fin, un resentimiento hacia ella durante toda la película, sin por ello dejar de quererla ni un instante. Y es que aquí no hay malos ni buenos, sino conflictos puramente humanos, de sentimientos, de expectativas, de necesidades

Ambientada (como si se tratase de una metáfora de su propia gama cromática) en un Hawaii diferente, más urbano y real, sin renunciar a la postal turística en las escenas de la playa, “Los descendientes” es una película honesta y reconfortante, de apariencia sencilla e interior complejo, un notable film que sólo flojea algo (en mi opinión) en su clímax, justo cuando la hasta entonces equilibrada balanza dramática se inclina mínimamente hacia lo lacrimógeno, perdiendo parte de su fuerza. Un must-see de este año cinematográfico que empieza, que confirma a Alexander Payne como una de las voces más propias (y sin necesidad de alzarla demasiado) del cine americano actual.

"Los descendientes" se estrena en España el 20 de Enero. 
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12/1/12

La hora más oscura (2011): ¿quién dijo que todas las catástrofes pasaban en USA?


Con unos llamativos efectos especiales y un atractivo trailer como carta de presentación, llegaba el segundo filme de Chris Gorak, coproducido por Timur Bekmambetov, director del taquillazo ruso ‘Guardianes de la Noche’ y su secuela, ‘Guardianes del día’. Sin embargo, puro fake.


La acción tiene lugar en Moscú, lo que representa prácticamente el único elemento diferencial de este monótono film, que confirma el agotamiento de la fórmula “aliens-vienen-a-destruir-la tierra-porque-si”, tan típica de la paranoia post 11-S. A la capital rusa viajan Sean y Ben, dos informáticos americanos que van a vender su idea de una aplicación web. Pero un joven ejecutivo sueco sin escrúpulos, Skyler, se les ha adelantado. Los tres, junto con Anne, Natalie, y toda la ciudad, se verán sorprendidos esa misma noche por el preceptivo ataque alienígena.

En realidad, este planteamiento resulta totalmente prescindible, ya que no aporta prácticamente nada, salvo marcar la relación de los chicos con el ‘tiburón’ sueco que finalmente (¡oh, sorpresa!) resulta ser el más cobarde. Y sin embargo, es quizá, por una única escena en la que demuestra cierto arrepentimiento, el personaje más redondo (lo cual ya es mucho decir) de toda la función. Desarrollo previsible e infantil, (sólo burlado por alguna muerte que nos pilla por sorpresa y que añade cierta crueldad), personajes planos y aburridos y diálogos rayanos en lo ridículo que provocaran más de una carcajada maliciosa en la platea.

Prácticamente lo único salvable del film son sus efectos especiales, el diseño de los aliens, y su forma de desintegrar a los humanos, ciertamente lograda e impactante. Eso, y que no abusa de las escenas de acción, sino que intenta (eso sí, de forma totalmente fallida) construir la tensión mediante la sensación de aislamiento en una ciudad desolada, de acecho continuo y la dosificación de los ataques. Pero demasiados clichés, demasiada planicie argumental como para evitar el bostezo.

¿Y los invasores? Pues resultan del todo indiferentes. No sabemos nada de ellos, salvo lo poco que van descubriendo los protagonistas acerca de cómo derrotarlos, y tampoco nos importa demasiado. Ciertamente, lo más remarcable quizá sea ese escuadrón de soldados rusos a lo Mad Max, en plan resistencia post-apocalíptica (tan pintorescos como risibles), y el sospechoso parecido de las armas usadas para combatir a los aliens con las que empuñaban los míticos Cazafantasmas. ¿Dos guiños a los 80 en esta época de nostalgia vintage?

Un clímax de lo más anticlimático remata este film tan prescindible como su 3D. Nada nuevo bajo el sol salvo que, a diferencia de en los 80, ahora los americanos y los rusos son amigos, y todos los rusos hablan inglés. ¡Maldita globalización!
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6/1/12

Mi desencuentro cinéfilo con la Nouvelle Vague

Que me perdonen los Dioses del Cine, pero voy a explicar dos secretos por los cuales, imagino, seré condenado al exilio cinéfilo. El primero es que aún no había visto “Los 400 golpes” de Truffaut. De hecho, hasta hace un año, ni siquiera había visto “Al final de la Escapada”, de Godard. Es más (y aquí me estoy buscando la excomunión), en mi Grado Superior en Producción Audiovisual hice un sesudo trabajo sobre la Nouvelle Vague… ¡sin ver una sola película! Eso sí, leí un montón sobre Truffaut, Godard, Chabrol, Rohmer, Rivette, etc., sus teorías de autor y sus feroces críticas al cine francés imperante en la época. Estaba muy familiarizado con sus postulados, los títulos de todas sus películas, etc., pero aún no había visto una sola. Y la verdad es que quizá hubiese preferido mantener esa imagen idealizada de la Nouvelle Vague.

"Sí, ¿porque me miraás así? Esto es un final de auteur, ¿qué pasa?"

 Porque aquí viene el segundo secreto del que hablaba. Si hace ya algún tiempo decidí paliar esta imperdonable laguna y tome de la biblioteca “Al final de la escapada”, hoy le ha tocado el turno a “Los 400 golpes”. Pues bien: ni la una ni la otra me han gustado lo más mínimo. No voy a compararlas, ya que son películas diferentes, y tampoco pienso juzgar el movimiento por dos películas. De hecho, ahora que, aparte de mucha información, apenas empiezo a tener algo de opinión al respecto, sería muy atrevido por mi parte acerlo. Sin embargo, ambas son las películas bandera de dicho movimiento, y yo simplemente digo que no las entiendo. Con ambas me pasa exactamente lo mismo: por más que he leído al respecto, no concibo de dónde proviene su supuesta grandeza. Sé que proponían otra manera de hacer cine, y aprecio por su rupturismo, por ejemplo, el montaje de saltos bruscos de Godard, y entiendo como un canto a la infancia (“de fuerte carácter autobiográfico”) la ópera prima de Truffaut. Puedo entender que ambas fueron películas frescas en su momento, que rompían con una forma de hacer cine excesivamente anquilosada en la producción (algo así como el Dogma 95). Pero no confundamos las cosas: de ahí a tildarlas de perennes obras maestras media un universo.

Hablemos de lo importante, al menos para mi: la historia. ¿Soy el único a quien el film de Godard le parece una soberana estupidez sin pies ni cabeza, una especie de ejemplo de dadaísmo cinematográfico? A mi me pareció más un film para museos de arte contemporaneo que para filmotecas.

¿Y el de Truffaut?  Pues sin llegar, ni mucho menos, a la astracanada que es “A bout de soufflé”, me ha parecido una historia disparatada, que según avanzaba no parecía ir a ningún lado. De hecho, me ha aburrido bastante, porque faltaba lo esencial en cualquier película: por un lado, falla algo básico: las  expectativas. Quizá yo esté demasiado anclado en un cierto tipo de narrativa, quizá haya visto demasiado (buen) cine moderno antes de visitar ciertos clásicos, quizá haya estudiado demasiado guión (clásico), pero necesito saber cual es el objetivo del personaje, su conflicto, y en función de todo eso, necesito tener una idea, una expectativa de lo que va a suceder, independientemente de que luego se cumpla o se vea defraudada. Si se “siembran” ciertas cosas (la infidelidad de la madre de Antoine, su “sartén por el mango” al verla), espero que se recojan más tarde, etc. Y todo eso no sucede en el film de Truffaut, que se va desarrollando sobre la marcha, sin estructura, y sin que acierte a anticipar ni entender qué demonios le sucede a Antoine, porqué se comporta así, que planes tiene, qué problemas se va a encontrar, etc. De repente, Antoine llega a la playa y se acaba el film. Y yo ni siquiera sabía hacia dónde iba corriendo. Decepción absoluta.

"Aquí le traigo a mi hijo, para que lo encierre. Pero nunca le he puesto la mano encima, ¿eh?"

Por otro lado, me falla la identificación con el personaje y sus motivaciones. Y antes que nada aviso: no confundíais maltrato con disciplina. Pero si “los 400 golpes” aluden a golpes vitales, a la dureza con que es tratado Antoine, a la falta de cariño por parte de sus padres, me parece que Truffaut (quizá demasiado pendiente de recrear su propia infancia) falla al retratar la infancia dura y cruel que necesitaba para justificar la rebeldía del pequeño protagonista, para darle una auténtica motivación. Y si quería hablar de incomunicación y dejadez paterno-filial, me parece tremendamente superior (no, no me desterréis aun del reino del Cine, por favor), la versión actual de Sylvie Verheyde, “Stella”. Al menos, Verheyde no se saca de la manga una inverosímil entrega del pequeño a las autoridades por parte de los padres, un absurdo giro para retratar el abandono paternal. Y, al contrario que Stella Vlamink, a mi Antonie Doinel me parece un niño tremendamente impertinente y odioso, que se pasa la película haciendo gamberradas sin ton ni son, y que si no se merece 400 golpes, al menos sí se hace acreedor del par de bofetadas que le dan su maestro y su padre. La sinopsis dice: Antoine Doinel se ve obligado […] a soportar las exigencias de un severo profesor”. ¿Pero qué exigencias? ¿Comportarse como es debido en clase? ¿Severo profesor? ¡Pero si el hombre me acaba dando lástima de ver cómo le torean esos críos! Si Truffaut pretendía que me identificara con Doinel y aceptase su enfoque victimista (otra vez la infancia como salvoconducto para la indisciplina), conmigo no ha funcionado. Yo también fui crío, y al menos sabía comportarme. Menos mal que, seguramente, esos “monstruítos” que hoy en día imponen su ley en las aulas a golpe a de pasotismo, insulto o amenaza, no visitarán el clásico de Truffaut, porque si lo hicieran tendrían otra coartada más.

En fin, ya podeis crucificarme ;)
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